Una vez instalados en nuestro alojamiento, habiendo
realizado nuestras tareas cotidianas de la santería y nuestras cosas aprendidas
en New Orleans, con la Patrona en su santuario, al ladito de la Holly bible, y un libraco de SanFran pidiendo que
interceda en el asunto de la maleta perdida… ¡nos lanzamos a las calles!
El "altarsito" |
¡Qué cuestas maricón! ¡Los gemelos de acero vamos a llevar!
¿Qué no os lo creéis? Pues aquí una
prueba. Este autobús atascado porque el grado de inclinación de las calles no
le permite circular. Vamos que se ha comido toda la cuesta el choferra.
Y allí que vamos calle arriba todo el rato, como si fuéramos
turistas normales, a hacernos las míticas fotos en Lombard Street. Pero como
somos Tordas nuestros comentarios entre jadeos van desde “madre mía, como me
tropiece aquí bajo rodando y lo mismo aparezco en Zabalburu”, hasta, “muy guay
vivir aquí, pero vamos, estarán hasta la mismísima peineta los residentes con
tanto tráfico guiri grabándose la bajadita”.
En todo lo alto nos pusimos, hasta nos subimos a un petril,
no sin antes comprobar que no había desfibrilador ni nada alrededor, un
desastre de organización según nuestro personal sanitario.
Y oye, que te pones
a bajar, y te plantas en los muelles en nada y menos. ¡Qué maravilla! Ese
paseíto bastó para que SanFran nos conquistara.
En los muelles hay un rollo
diferente, todo tipo de gente, sol, mar, un ajetreo tranquilo, mil curiosas
tiendas y chiringuitos que ver, el reencuentro
de Cheli con un café bueno (aunque tuviera que decirle al camarero hasta tres
veces “Stop!” para que no se lo aguachinara a base de leche), museos, fragatas
de la II Guerra mundial…Un sinfín de cosas para ver, para hacer, para comer, un
estímulo para los sentidos y de repente te encuentras con los verdaderos
protagonistas. ¡Los leones marinos! Hacen su vida en el Pier 39, y tienen un
algo hipnótico cuando están al sol viendo la vida pasar. Torpes movimientos en
tierra, muy ágiles en cuanto se sumergen. Nos dan hasta envidia oye.
Abrimos apartado para seriéfilos… ¿Quién es él o la
inconsciente que no se acuerda del tío Jessie? ¿Qué familia al completo atravesaba
el Golden Gate en descapotable sin cinturones de seguridad ni nada, así a lo
loco? ¿En qué serie vimos crecer a las gemelas Olsen? ¡¡¡¡PADRES FORZOSOS!!!
Pues allá que nos fuimos a elegir casita para cuando nos mudemos a San
Francisco. Y cuando lo hagamos llevaremos todos nuestros accesorios capilares porque ahora, con el viento, la humedad y el salitre de la costa entendemos la obsesión del Tio Jessie por su pelo. Pero es que, pelo fosco en Sanfran tiene que ser mal (todo el rato).
De precio no sabemos que tal, pero de pinta buenísima oye, y con un
peazo de parque verde ahí mismo para vaguear un rato maravilloso (que quedaba precioso en la cabecera de la serie).
Precioso atardecer y bonito paseíto nocturno por Little
Itali buscando sitio para cenar. Le echamos el ojo a uno que estaba hasta la
bandera. Ni nos guiábamos por recomendaciones, ni nos hacía especial ilusión
esperar para cenar, básicamente es que somos muy peliculeras y el dueño del
local encajaba perfectamente en nuestras mentes tordiles. Pelo moreno
engominado hacia atrás, cadenaca de oro al cuello, anillaco de idem en la mano,
recibiendo y despidiendo clientes próximo a la barra, organizando camareros,
dirigiendo el cotarro, orgulloso de su ascendencia italiana, haciendo gala de
ella…¡de la mafia de toda la vida! ¡Primo de Scarface mínimo! Lo vimos claro,
tan claro que decidimos esperar por nuestra mesa, eso sí, esperamos tomando un
jariguay en un bar aledaño.
( Madre mía que lamentable espectáculo dábamos a diario)
Tenemos que mirarnos esto del juego porque aquí es donde
comenzó nuestra lamentable carrera en el mundo del billar. Vimos la mesa,
jariguay en mano nos vinimos arriba y nos lanzamos a por los tacos. El que
controlaba el juego no dio pie con bola, así que imaginaros el resto. Aquello
fue un festival de posar taco en mano en plan muy profesional, de piques, de
risas y de no meter bola. Confesamos que nos hemos venido muy arriba con el
tema billar y casi todas las noches hemos buscado un garito en el que tomarnos
algo mientras intentamos no rasgar el tapete con el taco. Nuestro juego no ha
progresado adecuadamente, pero hemos encontrado camareras majísimas y hemos
dejado huella en los macarras locales. Sobretodo Cheli y su camiseta con el
lema “whatever” en el pecho. ¡qué éxito oye! Todo el mundo le daba el O.K., le
sonreía…Es lo que pasa cuando la gente a tu alrededor controla inglés. ¡Venga
todos a mirar la traducción! Y ahora la visualizáis taco en mano marcándose un
dirty dancing alrededor de la mesa de billar ¡ojipláticos estaban los macarras
con semejante despliegue artístico! Menos mal que nuestro mafioso italiano nos
esperaba para cenar, si no lo mismo nos la contratan en el garito.
( Madre mía que lamentable espectáculo dábamos a diario)
Tuvimos que esperar un poquito más a la puerta del local,
pero no nos importó, porque aparte de los policeman que nos saludan sin parar,
resulta que los firemans también están para entretener al turismo. Ese mítico
camión de bomberos pasando lentamente, con fan loca borracha saludando como si
fueran Justino Bieber y con bomberos saludando que ya quisiera Elisabeth de
Inglaterra. Un momento muy manifa del SanFran Pride, muy omenaldi a “Priscila,
reina del desierto”, en definitiva, muy fans de los firemans. Mucho más porque
a lo largo de nuestra estancia hemos descubierto que les llaman absolutamente
para todo. No ha habido día que no les hayamos visto al menos un par de veces y
nos parecen excesivos incendios así que creemos que va a ser verdad lo de
rescatar gato en árbol y emergencias de ese tipo.
Y por fin nos dieron mesa y nos sentamos a cenar. Y
descubrimos que el mafioso despedía a los clientes abrazo mediante, y al
principio no nos pareció ni medio bien, pero una vez que los jariguais entraban
en sangre y nuestros jugos gástricos cumplían sus funciones nos pareció que no
podíamos abandonar el local sin abrazo. Por supuesto, abandonamos el local sin
abrazo mafioso ¡Qué disgusto! Muy tonto el disgusto, lo sabemos.
la nona y el nono (suponemos) |
Nuestra cara de oler a mierda creyendo que no podíamos encontrar una pasta mejor que en la propia Italia pero, ojocuidau con la cocina del mafias. |
De camino al
alojamiento recapacitamos y pensamos que lo mismo hemos salvado nuestras vidas
porque el abrazo mafioso igual es una variante del beso mafioso…nos estamos
preparando para nuestra próxima visita a Alcatraz.
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