Maitane- pues bueno….la verdad es que… igual merece la pena…venga si
Vero- ¿Si? ¡Qué buena! ¿Y vosotros? ¡Animaos!
Cheli- no, no, no ¿pero tú no vas a ir todo el viaje chillando como una
histérica?
Rober- ¡Yo tampoco! os acercamos y nosotros desayunamos tranquilamente.
Y ese era el plan, vuelta en helicóptero por el Grand Canyon, pero con
nuestra suerte habitual no había plazas así que pusimos rumbo a la presa Hoover
con Vero despidiéndose del cañón a lo Escarlata Ohara “¡Juro que volveré y
sobrevolaré el Gran Cañón!”.
Al volante, Cheli, que parece que le ha pillado el gusto al coche
automático. La conductora experta de copiloto y el secarral de Arizona a
nuestros pies.
Cheli: ¡¡osti tu!!….¿¿qué coño es eso?? ¿Qué hagooooo?
Maitane: Joder.
Paraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!!!!!!!!!!
Y es que tuvimos la fortuna de ser atravesados por la forma huracanada del
“polvo del camino”. Madre mía, pensábamos que nos iba a transportar como a
Doroty a la tierra de Oz, pero nos relajamos al ver que el bus que venía en
dirección contraria ni rozó el freno. Aparte de dejarnos flipando lo único que
hizo fue dejarnos el coche curiosito de mierda.
Desde este punto hasta la presa, sin incidencias por suerte que, con lo
cinematogáfic@s que estam@s lo mismo nos despeñamos como
Telma y Luise, con el gran drama de no encontrarnos con Brad por el camino.
Hay que ver cómo construyen estos norteamericanos. Estamos en contra del
muro de Trump, pero como se pongan lo van a hacer a lo bestia seguro, porque la
presa Hoover la tienen impecable. Estuvimos mirando a ver si veíamos la brecha
que arregló Superman, pero nada oye, un trabajo excelente, como albañil no
tiene precio.
Empezamos a notar el calor del desierto, nos estamos acercando al lugar
donde el secarral se hace Neón, ya lo cantó Elvis “¡¡¡Vivaaaaaa Las Vegas!!!”.
Venimos aquí a dejarnos los txines así que primera parada… ¡Walmart! Somos así,
qué le vamos a hacer. Acopio de víveres para el desayuno y vamos al Circus. Sí,
hemos pillado ofertaca para alojarnos en hotel decadente con casino, parque de
atracciones, piscina, payaso gigante de neón en la puerta, vistas a la torre
Trump y toda la pesca. Tenemos muchas cosas que hacer así que víveres a la
nevera y… ¿qué? ¿No hay nevera? ¡Pero si hemos tenido siempre! Pues nada,
alimentos al frescor del aire acondicionado y ya jugaremos a la ruleta rusa del
hidrato en otro momento porque nos ha dado el siroco y tenemos que hacer la
colada. Llevamos mucho de ruta y aún nos quedan unos días así que toca una de
límpiame allá esa sudadera que se va ir andando sola de la mierda que tiene. Nos trasladamos en el
tiempo a los ochenta, antes de que se hiciera efectivo el slogan de “el frotar
se va a acabar”. Que locura de frote. Igual nos vinimos muy arriba porque pusimos un
tenderete de bragas y gayumbos importante. ¿Podíamos haber mandado toda la ropa
a la lavandería del hotel? Sí, pero nos iríamos antes de que nos la
devolvieran. Como os gusta hablar de más, que nos estabais llamando cutres, que
os hemos oído. Además, si no hubiéramos hecho la colada no hubiéramos vivido
este momento en la recogida de ropa seca…
CHELI con una braga en la mano - Vero, te has dejado esta
VERO- a ver…no, no es mía
CH- pues Maitane, tuya tiene que ser porque mía tampoco es
MAITANE- Si, pues…no no, mía no es
CH- ¡AAAAARGGGGGGGHHH! -soltando la
braga como si fuera una víbora venenosa
Estupefacción y carcajeo general.
CH- ¿me estáis vacilando? ¡De alguien tiene que ser! ¿Rober?
ROBERTO estudiando el culero desde una distancia prudencial- ¡Sí hombre! Lo
que pasa es que están rotas y os da vergüenza admitirlo
V-¡Son del fantasma de las bragas rotas! A ver yo os creo, si me decís que
no son vuestras, pues no son, pero ¿cómo han llegado hasta aquí?
CH- ¡AY POR FAVOR QUE LAS HE TOCADO! ¡QUE ASCOOOOOOO!
Aún hoy nos seguimos preguntando cómo llegaron esas bragas a estar tendidas
con las nuestras. No lo entendemos. ¿Nos las dejó la de la limpieza como broma?
¿Qué mierda de broma es esa? ¿Estaban ahí cuando llegamos? ¿Eran del anterior
huésped? ¿No se había limpiado la habitación? En profundidad ya sabemos que no,
la pista nos la dio un tapón de oído que encontramos en la moqueta pero es
que….¡¡¡unas bragassss!!! ¡¡¡Agujeradas!!!! ¡¡¡Esa sí que fue a Las Vegas a
montarse una bacanal!!! Aunque ojo, también nosotr@s vivimos al límite. Lo primera
locura que hicimos fue bajar a la piscina cuando, gracias a la torre del hotel…
¡le daba la sombra! ¿Cómo os quedáis?
Las Tordas siempre acogemos a gente intrépida. Y mientras Rober y Maitane
aguantan estoicamente en la sombra, las tordas buscamos cobijo bajo el astro
rey en otro punto de la piscina. Pasando frio en el desierto ¡como lo leéis!
Pero no fuimos a un punto cualquiera nos atrajo el look de “pepito piscinas”.
Americano, pelo chamusquinado moreno, coletilla y sombra de bigote. Era un A.C
Slater a lo cutre que ya es difícil. (Ahora que hemos visto Stranger things,
pensamos que podía ser el hermano chungo de la nueva amiguita que se echan los
niños en la segunda temporada.)
Vero: Además de trasladarnos de piscina ¿nos hemos trasladado también a los
90?
Cheli: madre mía, si lleva en la muñeca uno chinos de la suerte me caigo
muerta.
Y seguimos con las locuras paseando entre neones, entre casinos
enmoquetados, weddings chappels, anuncios de espectáculos, las fuentes del
Bellagio…un poquito de toma de contacto con el terreno para, al día siguiente dar
el pelotazo en el casino.
Aunque si hubierais hecho el trayecto a nuestro hotel con nuestra
octagenaria taxista os hubierais dado cuenta que ya nos pusimos al límite en
Las Vegas. Al límite de la muerte claro. Madre mía con la super abuela. Con su
pelito blanco perfectamente peinado a golpe de rulo sin la contrabanda, sus
tapetitos en el salpicadero y su sonrisa y gesto amables dirigiéndose a Rober,
que iba de copiloto, cada vez que se saltaba un semáforo la muy hija de Fitipaldi.
Ya han pisado NY! Ya están contentas. |
Hacemos la tontuna de posar como las gemelas del resplandor en el pasillo
enmoquetado y a dormir que la lujuria sigue.
Al despertar y, tras el recuento de bragas por si teníamos más sorpresas,
nos echamos al desayuno americano a temperatura ambiente. ¡Protégenos señor de
la gastroenteritis! Amén.
Y así, con la protección del señor nos fuimos al cementerio de Neones. Tras
la bienvenida en perfecto castellano que nos hizo la estupenda señora latina,
nos vimos en el tour de los neones con la explicación en inglés y bajo la
solana desértica. Ole ole y ole.
Liberace |
Mucha historia de neón, muy grande y colorido el Old Town y mucha caminata
por la ciudad. Turismo y deporte siempre ha sido lo nuestro, no como el
descanso al que nos vimos obligad@s para hacer tiempo
hasta que entrase la nocturnidad y los neones vivos lo dieran todo por la
ciudad
.
Un poco de bien vestir,
de ojo pintar y la Cheli en modo
“jequesa” con turbante, que se vea que somos gente de dinero y que hemos venido
a dejárnoslo en las Vegas. Y vaya que si nos lo dejamos; ¡6 pavazos cada uno! Era pá vernos. Resulta que la
tragaperras de bar de barrio en modo evolucionado están en Las Vegas y no traen
instrucciones. Toda la vida de Dios se ha podido bloquear las cerecitas, los
plátanos o lo que sea para jugar con una sola línea pero nuestra querida amiga
la tragaperras iba en contra de nuestros básicos conocimientos así que usamos
una táctica brillante. Nos repartimos por turnos las tiradas y a lo loco. Ojo
que a lo loco ¡de repente nos tocaba! ¿Os imagináis el show? La máquina pita y
los 4 gritando al unísono “¡¡¡¡IMPRIMEEEEEEEEE!!!!”
Y es que amigos… ¡¡la tragaperras te da un
ticket!! ¿Qué para que lo queríamos? Para volverlo a meter en la máquina, pero
de ilusiones más estúpidas vive la gente y nuestra en ese momento era tener aunque
sea por un momento nuestra ganancia en la mano. No os flipéis, si invertimos 24
dólares, ganamos 30, osea que la ganancia final era de unos 6 dólares para 4. Madre
mía con qué poco nos conformamos. Y con qué facilidad hacemos el ridículo. Más
gracia no le pudimos hacer al segurata porque claro, el cuadro era de traca. De
todas maneras era normal que se acercase, con los alaridos que pegábamos ya
estarían todas las cámaras del casino apuntándonos pensando que las habíamos
trucado. Poco nos faltó para que nos metieran en el despacho con el director
del hotel y nos invitaran a no volver a jugar en su casino pero claro…viendo
nuestras ganancias, las cámaras de seguridad, los seguratas, los jefazos y to
chichi viviente no hacía otra cosa que descojonarse viv@s con nosotr@s. No entendemos
como no nos han llamado del Caesars Palace para contratarnos, damos mucho
ambiente al casino, igual es porque saben que somos más de Trajano.
Seguramente las
cámaras nos siguieron a las mesas de juego (para seguir con las risas claro). Y
tras un arduo estudio decidimos que la ruleta era lo nuestro, más que nada
porque no teníamos ni fuckin idea de jugar al resto. Fuimos dignamente con
nuestro ticket de 30 dólares a las cabinas de cambio, que es como una mezcla de
cárcel-banco con barrotes de mucho oro y mucho brillante, todo con mucha clase.
La señora banquera nos dispensó las 30 fichas de un dólar y allí que nos fuimos
a colocar fichar de manera aleatoria e indiscriminada por los números o mejor
dicho…por las rayas porque descubrimos que apostando entre cuatro números
juegas un cuarto de dólar. A la tercera tirada nos tuvo que llamar la atención
el señor ruletero porque los cuatro ludo-psicópatas nos echábamos a lo loco
apostar. Fue Vero la representante de la ludopatía por aquella noche y mientras
ganaba algunos dólares, finalmente perdimos todo. (Ahora es cuando debe resonar
en vuestra cabeza la frase: dar el
pelotazo en el casino.) Ohhhhhhh….pero queridas y queridos, que ratos más bueno pasamos por 6 dólares.
No discutimos que irse forrado a casa te dará una alegría, pero irse reído a
dormir también.
Y entre
divagaciones sobre cómo hacer planes de juego estando en nuestro hogar
euskaldun nos íbamos retirando al hotel. Que si yo no he ido nunca al bingo,
que si creo que en Bilbo hay casino, que si propongo hacer un plan alternativo
llamado “el domingo de la ludopatía” cada seis meses…. En fin, somos débiles ante los vicios.
Y con esto
termina nuestra andadura en Las Vegas. ¿Volveremos? Quién sabe. ¿Nos gastaremos
más de 6 dólares en juego? Según cómo evolucione nuestro nuevo vicio igual nos
dejamos hasta las bragas, las nuestras y las que amablemente nos dejen por los
hoteles que frecuentemos.