miércoles, 7 de noviembre de 2018

DE NAZIS Y LAGARTERANAS



¡¡Ay señorrrrrrr!! ¿por qué?, ¿POR QUÉEEEEEE?  Sí, con este alegre quejido abríamos un ojo después de unas dos horitas y media de sueño. Una especie de siesta nocturna no es suficiente para levantar estos cuerpos con alegría. Maldiciones, pasos de baile de Billy Elliot, cerrar maletas y nos echamos a las calles. Un domingo cualquiera de madrugada, esquivando  borrachos de la juerga madrileña en busca de taxi a las cuatro de la mañana. Queremos creer que el taxista agradeció nuestro olor a limpio, así como nosotras  agradecimos la apertura del “burrikin” a las cinco de la mañana para un desayunito  ligero previo al viaje. La verdad es que fue un desayuno-celebration porque esta vez no hubo drama con la maleta. ¡Qué emoción! ¡Estamos aprendiendo a hacer una maleta funcional! ¡Bravo por las Tordas!


El vuelo sin incidencias, más que nada porque cabeceamos en duermevela todo el trayecto. La tensión nos vino al cuerpo cinco minutos antes de aterrizar. ¡Ay ama! ¡que aterrizamos en Berlín! No tenemos ni idea de alemán, tenemos nuestro inglés básico  oxidado y nuestro sentido de la “desorientación” más acentuado que nunca. ¡Todo bien! La tranquilidad  vino en forma de plano del transporte público prestado (eskerrik asko Maialen) y el uso libre del  4G  por Europa para  poder tener esclavizada a la “chiquina del Gube”.

Sin tener muy claro qué tipo de billete habíamos comprado (aún con las instrucciones en castellano somos tordas máximas), pero con nuestra parada ubicada en el plano, nos pillamos el S9 en dirección supuestamente correcta. Era para vernos por un agujerito. Vero observando todo tipo de viejer@s y sus peculiaridades, poniendo el oído a conversaciones que no entenderemos nunca y dejándose llevar allá donde el tren se dirija. Cheli por su parte con el estómago encogido y pseudobizca comprobando que las paradas reales concuerdan con la ruta del mapa. Y ¡sí! ¡Esta vez lo hemos conseguido! Ni creerlo podíamos. Nos venimos tan arriba que  mandamos audios dando la feliz noticia (que ilusas). Unas cuantas paraditas de relajo y ¡NOOOOO! ¿Dónde estamos? Ni una parada se asemeja con las nuestras, ni comprando vocal entendemos lo que dice la grabación de paradas del tren. Ahora sí que si  la maleta nos parece un drama. Decidimos bajarnos aleatoriamente y dar la vuelta. Con nuestro maletón y una cara de desconcierto que parecíamos Alfredo Landa en “¡Vente a Alemania Pepe!”, nos bajamos en Alexander Platz, que tampoco hay que ser muy avispada para darse cuenta que aquí se centra todo el cotarro de los transportes.  Lío sí que tuvimos con las nomenclaturas: la S, La U…. decidimos que la U era el metro. Y si no lo era para nosotras lo es y punto. Y la U2, como si fuésemos guiadas y bendecidas por el mismísimo Bono nos llevó a nuestro barrio (Schönhauser Alle) y la muy esperada chiquina del gube nos ubicó perfectamente en nuestra pensión.


Otra vez contra todo pronóstico nos entendimos a la perfección con la señora del lugar. Estamos asustadas, además de poliglotonas va a resultar que sí que somos poliglotas. La señora nos trató como reinas mientras esperábamos 10 minutos. Como reinas literalmente, con nuestro sofá con coronita y todo. Nos hubiese gustado quedarnos para disfrutar de la exquisita decoración del lugar, pero tuvimos el tiempo justo para arrasar una especie de cafetería con una brutal selección de pasteles y bocatas varios que tenemos enfrente,  soltar los trastos y salir por patas  porque hemos dejado a una torda invitada en Madrid y recogemos a otra en Berlín.




Como quien queda en galeros, en la Eibarresa o en la biblio, hemos quedado con Marta en la puerta de Brandenburgo (con dos cojones). Marta, nuestra torda invitada más enérgica a la que nos orgullece haber tumbado de agotamiento en Roma, se nos une a la aventura alemana. Y se une a las bravas. Directa del aeropuerto, arrastrando el troley, nos reencontramos en el punto más emblemático de Berlín y así, con maleta y todo comenzamos con el free tour de la ciudad.



 Estábamos hambrientas de conocimiento histórico. Y allí estaban l@s chic@s del paraguas rojo para saciar nuestra hambre. En este caso Xavi (con V) nos llevó  con baile de nombres y fechas por la evolución de Berlín desde los monarcas pasando por  el irrepetible (y esperemos que así sea) Adolfo hasta la caída del muro y el Berlín actual.

Ya nos conocéis que somos de la tontuna fácil, y que nos gusta reinterpretar la historia a nuestra manera para así no olvidarla pero claro, en este recorrido no es fácil entrar en la risa. En el  memorial a los judíos asesinados en Europa nos entró la tristeza y, realmente fue difícil salir de allí. Aún así, siempre lo intentamos. Siempre con la sonrisa.




 Siempre con la interpretación a nuestra manera. Así lo hicimos al estar sobre el bunker donde Hitler se suicidó y nos enteramos que el angelito era vegetariano. En ese momento lo entendimos todo.
Y no es que nosotras tengamos algo en contra de los vegetarianos es que, estamos convencidas de que si se nos limitara más aún la dieta iríamos por la vida matando. Porque sí amig@s, normalmente estamos a dieta. A dieta estricta. Bueno, lo intentamos. Igual estricta es mucho decir. Bueno, que si de repente nos veis chupando una zanahoria o lamiendo una lechuga o haciendo apología del veganismo ¡paradnos! ¡Estaremos a punto de sufrir un brote homicida! No a modo jefiche  dando órdenes, ni siendo estrategas, directamente con una recortada. Agradecidas estamos de no tener la facilidad que tienen en U.S.A para adquirir la escopeta en tu supermercado de cabecera, porque el día bajo en carbohidratos podemos acabar con medio pueblo desde nuestros respectivos trabajos.

Desde luego no ha sido el tour con el que más nos hemos reído pero es que, la cosa no estaba para risa. Que le vamos a hacer, la historia es así. Si pudiéramos cambiarla le daríamos un chuletón de kilo a  Hitler para empezar el menú completo de sidrería. Ojalá hubiera sido así de sencillo. Lo cierto es que el angelito una vez llegó al poder legalmente (hay que joderse) encerró a toda la oposición, a los que pensaban distinto. Aunque aún no hubieran hecho nada, por si lo hacían. Por prevención. Vaya, algo familiar nos suena todo esto con los tiempos que corren. Que empiecen a repartir chuleta por el congreso antes de que sea tarde (y una dieta rica en "todo" para Bolsonaro antes de que la lie parda).

Paseamos y aprendimos por el centro de Berlín. Viendo la huella de lo que fue el antiguo muro. Pasamos por el check point Charly o el punto geográfico en el que casi estalla la tercera guerra mundial entre estadounidenses y soviéticos. Que si enséñame tus credenciales para pasar, que si no sabes quién soy yo, que si venga esos tanques a mi persona que te vas a enterar, que si  yo también tengo tanques y además te apunto con el cañón…vamos, el clásico "quien la tiene más larga" de toda la vida pero con acceso a armas nucleares. Menos mal que Kennedy y Kruschev se hicieron una llamadita en plan “amigui, no aprietes el botón que la liamos”. Si no hoy no estaríamos aquí, o estaríamos pero no sé, como campeonas de triatlón porque tendríamos agallas y tres piernas.














Cierto es que Xavi, nuestro guía, nos metió un par chistes de calidad regulera en el tour pero que al menos consiguió sacarnos alguna risa. Aunque el verdadero chiste fue cuando creyó que el troley de Marta era el equipaje de las tres. No es conocedor de nuestro show de maletas viaje tras viaje.

Dentro de todo el drama tenía que llegar nuestro drama particular de casi todas las vacaciones, encontrar un café que le guste a Cheli. Y claro, paramos en el Starbucks y horrorrrrrr. Es malo, es horrible, no es café #starbukskk #estossegurononospatrocinan.  Pasamos el mal trago con un pastel. Ni idea de hacer café tienen pero la bollería la clavan (los hijos de puta). Allí contratamos otros 3 tours (de la alegría) para continuar  conociendo la ciudad.

Al terminar, dejamos a Marta a cargo del plano porque las tordas ni con las pestañas podíamos. Con sueño atrasado, cansancio extremo y borrachera de sueño que diría nuestra Katerina de Edimburgo pasamos por la isla de los museos, el ayuntamiento, la iglesia de san Nicolás y el barrio Judío. Todo ideal. O eso suponíamos ya que la Merkel no le había dado al botón de encendido y a eso de las siete de la tarde no se veía un pijo en la ciudad. Así les va en la economía de bien con lo que ahorran de luz.




¡Dale a la luz Angela!


Y como hacía buen tiempo había muchos nativos cenando en terracitas con conversaciones susurradas a la luz de las velas y nosotras, dando el coñazo con el Tracatrá de la maleta de Marta por el adoquinado que parece que le hacíamos los coros a Rosalía (malamente-tracatrá) y nuestros ya conocidos lamentos de: "me quiero morir", "que me amputen las piernas" "señor llévame pronto". Como siempre, un cuadro.

Nuestros lamentos cesaron unos minutos al encontrar el puesto callejero de currywrust. Y comenzaron de nuevo tras creer haber pedido dos cosas diferentes y  el paisano nos sacarnos dos raciones de lo mismo. Ay ene, somos inútiles hasta para señalar una foto. Problema tampoco fue, nos lo comimos igual digiriendo conjuntamente nuestro asombro al ser confundidas por una amable señora por Berlinesas. Esta capacidad de adaptación al entorno que tenemos es maravillosa. La señora  debía estar ciega y algo teniente, porque ni veía la maleta,  ni nos oía inventar el motivo por el que a un chaval le entró la piradura y quería matar a un amigo suyo. Vaya tangana que se lió en un momento. Tras asegurarnos que no había sangre, por eso de la omisión del deber de socorro pusimos pies en polvorosa, no sea que todavía nos toque currar. Ojo que primero se consultó en google como se dice “somos peluqueras” en alemán. Y luego se abrió un debate sobre el trabajo de las enfermeras en Alemania, que parece que no cogen vías y eso enerva al sector sanitario (Cheli y a Marta) y se hacen preguntas del tipo ¿Qué hacen si no pinchan? ¿Limpian? ¿Vivirán más tranquilas? Ojo que estas cobrarán más que nosotras ¿curriculum has traído?


El antes
El después














Y de Alexander Platz, en metro, tren o lo que fuera que pillásemos, al hotel, que la noche es oscura y alberga horrores, pero con los horrores del día ya teníamos más que suficiente.

Además de horrores la noche albergaba ruidos y fresco local por la ventana

 Sueño reparador en brazos de Morfeo, y  repetimos desayuno “ligero”. Lo que nos cuesta decidirnos, rondando por la pastelería esa señalando como posesas y por supuesto vuelta al drama con el café de Cheli. Vamos a tener que empezar a viajar con la Nespresso en la maleta, ahora que estamos consiguiendo no superar los 20 kilos de la facturación. Y  de repente Marta nos empieza a decir…

-¡¡JARRISON!! ¡¡JARRISON!!
CHELI- ¿Ford? ¿Dónde?
MARTA- ¡¡JARRI!! ¡¡JARRI!!
VERO- ¿Que nos sentemos dices? ¡¿Pero que te ha dado!?
M- A ver, ¡que os pongáis para la foto! ¡En alemán os lo estoy diciendo!
TORDAS A DUO: ¡Pues será alemán de Burgos!

El transporte en Berlín empieza a ser pan comido cuando Vero descubre la posibilidad de solicitarle ayuda a la chiquina del gube. Señorrrrr… que desperdiciados están estos cerebros con tanta serie, tanta saga, y tanta tontuna. Al botón suprimir hemos de darle para resetear el disco duro. Y con la emoción de saber dónde vamos llegamos al mercadillo turco de Maybachufer y raro en nosotras pero, llegamos pronto. Tan pronto que está el mercadillo sin terminar de poner, por lo que hacemos un “por aquí pasó Trajano” mientras lo colocan y de hecho, aprovechamos para hacer nuestra primera compra. Un señor atrapado en los nostálgicos 90 nos vende una caja de mini kiwis. Es impresionante que hayamos caído en la fruta y más impresionante es que el frutero nos despida con un maravilloso ¡fantastic-Bombastic!.















Caminando, caminando llegamos hasta el puente de Oberbaum, viendo terracitas, esquivando bicicletas, manteniendo conversaciones de las nuestras, e intentando evitar el objetivo de la cámara de Marta y sus fotos robadas que reflejan nuestra belleza distraída.







Y regresamos al mercado con el hambre hecha. Mucho puesto de hilos, de telas, de material para el dentista perfectamente estéril y un montón de puestos de comida que te emplatan en el momento ¡se nos salen los ojos de las órbitas! Cuanto color, texturas, olores… probar y probar haríamos todo el rato, pero tuvimos que volver a nuestra ya familiar Puerta de Brandenburgo. 

¿Algún dentista quiere hacer pedido?

OOOOtra vez aquí


Tenemos cita de nuevo con la historia, con Xavi y con el tour del tercer Reich. Ya nos veíamos con la pena subida de nuevo así que, antes de que se nos cerrase el estómago nos trincamos 3 pizzas turcas de Olé. Por supuesto, lo que creíamos haber pedido no es lo que nos sirvieron pero estuvimos encantadas con el resultado.  No tan encantadas por la estafa de 5 lereles por cada café malo en la cafetería “fisna” de al lado. Todo sea por usar un buen WC.

Y empieza de nuevo el “tour de la alegría”. Pocos en este mundo consiguen que las tordas estemos calladas (y Marta, que también tiene lo suyo), pero había que vernos, ni pestañear. Lo orgullosas que estarían las “hermanas Mercedarias” al comprobar que a la vejez vamos a adquirir conocimiento por voluntad propia y calladitas como la gente de primera fila. Las tordas por altura y charlatanerío siempre hemos sido de última fila. Hay que decir que GureXavi se explica estupendamente, que se nota que sabe, que controla y que le interesa el tema y además tiene la capacidad de transmitirlo.



Aquí nos explicaba como Adol-fito  se quería construir un palacete de tamaño 6 veces el equivalente a la basilica de San Pietro (ole sus cojones); si es que de ponerse a hacer cosas, todo a lo grande. Mal, pero a lo grande.
Otra clase de historia  a los pies del memorial a los soldados soviéticos caídos en la guerra, los muchos que están allí enterrados. Y la visita como no, al barrio Judío, a su sinagoga y al escenario de la terrible “noche de los cristales rotos”.













Si es que como decimos, el estómago “regu” con todo esto. Terminamos en el antiguo cementerio judío viendo por allí las marcas de metralla en los edificios y las placas con nombres de  personas y sus destinos a los pies de lo que eran sus casas.













Bajona máxima. Agradecimos que para terminar Xavi nos introdujera en el mundo de las teorías conspirativas al final del tour. Teorías que se mantienen a día de hoy. Claro, fue hablarnos de lagartos que quieren dominar el mundo y ya nos pusimos locas. ¿Lagartos? ¿Como los de “V”? ¿Y comerán ratas? ¿Y llevarán las gafas de sol de “Diana”?. ¿Y nos salvará del apocalipsis Micke Donovan con su pantalón apretado a punto de hacerle “pumba” en la costura?
Así fue como Xavi, además de  su listado de libros y pelis sobre la segunda guerra mundial  nos facilitó el enlace al documental de los lagartos tras petición popular. Porque sí amiguis, ha llegado el día, Cheli ha perdido el norte y quiere ser lagarterana, bueno, Xavi dice que se hacen llamar “Reptilianos” pero creemos que no se han pensado bien el nombre.

Nostalgia máxima


Y a vagar por Berlín de nuevo. Nos sorprende lo tranquila y poco ruidosa que es esta gigantesta ciudad. Cuesta más pasar por Eibar en coche un miércoles que atravesar Berlín. Tranquilamente, visitando placitas, tropezando por el adoquinado porque la señora Merkel sigue sin dar la luz, encontrando el paseo de la fama, sin prisas, disfrutando, perdiendo el tiempo… ¿Qué hora es? ¡Mierda! ¡Que mañana toca madrugar y hay que pillar desayuno! ¡Ya estamos como las locas otra vez buscando un supermercado de cabecera berlinés! Menos mal que ese es uno de nuestros superpoderes y nuestro barrio mola tanto que tiene de todo.


                           (¡Venga a descansar Mari Carmenes que mañana se madruga!)