Nuestro segundo día en Amsterdam
comienza como más nos gusta….remoloneando porque el despertador suena muy
pronto. Tenemos que mirarnos esta afición al madrugón en los días de descanso
porque no es normal. Turnos de ducha asignados y también los turnos de queja
por la presión de la ducha, un poco de maquearte la cara, un secarte el pelo en
versión penitente (de rodillas porque no llega el cable) y…al desayuno.
Dulce-salao, salao-dulce, había que
reponer electrolitos, sobretodo Cheli que fiel a los Goya se nos deshidrató de
emoción con Miguel Herrán, Daniel Guzmán y su Abuela y todo “A cambio de nada”. Bueno a cambio de las quejas de “jode como
moqueabas anoche”. Un poco de zumo para empujar y un critiqueo a los españoles
que andaban haciéndose bokatelus para luego. ¡Eso no es así! La ley del buffet
libre de desayuno es clara “come hasta que revientes en las horas estipuladas a
tal efecto”. Así se os atragante el Salami en mitad de la Plaza Dam ¡Gentuza!
En fin, un mojar un gofre en el cafele para calmar la indignación y caminito al
primer free tour del día.
Supimos que todo iba a ir bien en
cuanto Vero pisó una mierda Amsterdariana, ahí lo tuvimos claro, no moriríamos atropelladas
por una bici o un tranvía. Por cierto, mensaje para Máxima de Holanda (a su marido no nos dirigimos que no nos va a
entender…):
Lo de dar prioridad absoluta al
bicicletero tiene su punto. Menos coche, menos tráfico, menos polución… pero
chica, un peatón tampoco hace tanto mal al ecosistema en sí, y un morir
atropellad@s aunque sea por una bicicleta no debe resultar muy agradable. ¡Si
tenéis cojones poner una bicicleta como transporte fúnebre! ¡mamarrach@s
hombre! Ahora en serio, si visitáis Amsterdam
ir con cuidado, no tenéis prioridad como peatón ni en el paso de cebra, bueno
en el paso de cebra sÍ, pero se lo pasan por el forro del zueco Holandés. Queridas
madres, igual os pitaron los oídos en lo que estábamos invadiendo el carril
bici, pero ¡ojocuiodao! Os vengamos en ese mismo momento.
Nos ubicamos perfectamente en la
plaza Dam perdiendo el tiempo criticando a unos jóvenes con pinta alternativa
(chaqueta de flecos morada, pantalón quisquillero remangado sin calcetín que-por-ahí-te-entra-una-pulmonía…) haciéndose un book fotográfico. 15
minutos perdiendo el tiempo hasta que nos percatamos que los del freetour
estaban justo al otro lado de la plaza. Menos mal que esos 15 minutos estuvimos
a resguardo de las inclemencias, porque soplaba una brisa al otro lado de la
plaza que la del paraguas que indica “freetour” casi sale volando a lo Mary Poppins. Nos juntamos con Lorena, nuestra guía, y al
barrio rojo que nos fuimos. Muy curioso ese momento de prosti desvestida sugerentemente en su cabina ganándose
la vida a las diez de la mañana, y su amiga que viene con los recaos del eroski
holandés haciéndole una visita, las dos de charleta.
Un poco de historia de esta
ciudad ubicada en terreno pantanoso y edificada sobre maderas. Así están las
casas que no hay una recta. Nos explicaron las tradiciones, como que les molaba
la decapitación, y que ya cuando llegaron los franceses con la guillotina,
aquello fue un no parar de descabezar. Eso sí, para la mujer siempre hay un
premio gordo, nada de morir rápido. Por adúltera te metían en un saco con gatos
y te tiraban al agua. No sabemos si morían por ataque gatuno (pobrecitos),
ahogadas o directamente del asco, porque preferimos beber un trago de agua de
la ría de Bilbao que meter un pie en uno de los canales. Qué color de agua... ¡argggh!
Muy buen rollo entre putas y
curas. La prosti una vez realizado el servicio le preguntaba “oye, ¿y la
familia que tal?”, y aquí el cliente se acordaba de los suyos, la culpa le reconcomía
e iba directo a la iglesia que estaba enfrente del prostíbulo a comprar la
carta de salvación. Vamos, que el curaba perdonaba previo pago y aquí todos tan
contentos. Siguen funcionando un poco así, se venden como tolerantes pero la
realidad es que hacienda se lleva un buen pellizco en impuestos, nos parece
estupendo para ambas partes pero nos da la sensación de que se han vendido muy
bien en plan “que guais somos, somos supertolerantes”. Por cierto, si queréis
visitar el Barrio Rojo, daros prisa que el actual gobierno lo va a reducir y en
las cabinas van a poner tiendas de lujo. Ganaran mucho menos.
El tour muy recomendable, nos llevaron a la parte más alta de Amsterdam,
que si tú te vas a la plaza de tu pueblo y te subes a una silla, pues ya estas
superando en unos metros de altura a los Países Bajos. También nos contaron que
en comercio los amsterdarianos eran la ostia, sobre todo los de La Compañía de
la Indias que fue la primera multinacional. Estaban forrados y les permitían todo,
incluso podían declarar la guerra. En este punto, por lo bajini tuvimos esta
conversación…
Cheli- Anda, que si le da a
Amancio (Zara) por declarar la guerra…
Vero- Yo, mientras no le dé a
Dimas (cortijo) por ahí…
Cheli- Sería muy fuerte llamarte
para quedar y que me dijeras que te han llamado a filas
Vero- Que fatal, estoy viendo que
con el crismas navideño en un postdata nos dicen “a la batalla”
Rober- Madre mía, os iban a dar
pa´l pelo, ya te estoy viendo con la armadura diseñada por Juanjo Oliva
Ataque risa por la tontuna y
pasamos a temas más serios porque aquí los holandeses en la I Guerra mundial
pasaron un kilo de todo y vendieron armas a los dos bandos, y en la II Guerra Mundial
quisieron hacer lo mismo. Se refugiaron en Amsterdam 90.000 judíos en los años
previos pensando que como eran neutrales estaban a salvo. Entonces Hitler
empezó a invadir Holanda, pero de buen rollo, en plan aquí no pasa nada que
sois arios pero empezando a buscar y marcar a los judíos. Los amsterdarianos se
coscaron de lo que pasaba y se manifestaron en la plaza Dam por los derechos de
los judíos. Aquí ya se acabó la calma tensa y los nazis entraron con todo. La
verdad es que se te ponen los pelos de punta cuando oyes las cifras, más aún
cuando te las dan en el monumento a los gays, lesbianas y transexuales, el
sector más olvidado por la historia pero el más maltratado por los nazis.
Ovación a Lorena que lo hizo muy bien, y corriendo a la cola para entrar en la
casa de Ana Franck.
Una hora y media de cola con un
viento helador castigando nuestras nucas, y la hipotermia llamando a nuestra
puerta. No le abrimos. Son muy cucos los holandeses, antes de pagar la entrada,
te ves en el hall, con calorcito, ideal, y piensas “¿Qué ostiazo nos darán por
entrar aquí?” y miras a la gente que aún no ha entrado y te dices “pago lo que
sea”. Nueve lereles, barato nos pareció por entrar en calor. Nos volvimos a
meter de lleno en la II Segunda Guerra mundial, en la historia de Anna y su
familia viviendo en silencio y a oscuras en la casa de atrás. Que angustia,
aunque estaban en una situación “ideal” comparada con la que sufrieron otros y
al final les tocó vivir a ellos en los campos de concentración. Es una visita
que hay que hacer para evitar que algo así pueda volver a suceder.
Nos dieron las cinco de la tarde,
pero no nos preocupaba porque esta gente es de cenar pronto así que nos colamos
en el primer turno de cenas con esa hambruna tan característica que nos sigue
allá donde vayamos. Nos dimos a la gastronomía local. Unas Bitterballen para
picar, que son una especie de croquetuelas de carne de vaca picada, muy buenas,
se pueden mojar en mostaza. Y para rematar un Stampottem, que puede ser en dos
versiones con salchicha o albóndiga, y mira que nos gusta una buena brasbur
pero nos dimos al albondigamen. Bueno, un huequito para el postre dejamos.
Cheli y Rober se dieron de nuevo al gofre bañado en nutella y Vero se zampó una
red velvet de nutella con frostin de chocolate blanco. Una comida calórica justificada
por el frio y el ayuno prolongado.
Y con semejante tripada al tour
del Barrio Rojo. Nuestro guía, Fran, fue muy explícito y nos contó las
costumbres de varios bares de la zona como “Dirty dicks” (polla sucia), que
tiene una pared con unos agujeritos en los que puedes meter o poner la parte de
tu cuerpo que prefieras, y esperar a ver que te hacen desde el otro lado. No se
recomienda poner el ojo porque seguramente tendrás que acudir al oftalmólogo de
urgencia. Tenemos más historias en la recamara pero no os queremos fastidiar la
visita, si queréis os las contamos en directo, podéis ir pensando en que
consisten “la sonrisa del payaso” o “el trombón oxidado”. También hay arte en
esta zona. Estas barandillas están entre cabinas, de camino al hotel cristiano
donde tienen un estricto horario de llegada y una política de “cada uno en su
cama y Dios en la de todos”. Tenéis tertulia de la biblia todas las mañanas después
de maitines.
Si eres europea y mayor de edad
puedes trabajar de prosti legal en Amsterdam. El tema cabinas lo llevan dos inmobiliarias
y te cobran el alquiler por adelantado y en el turno que quieras, o el que
puedas, o el que quede. Esto va de quince minutos en quince minutos, se negocia
con el cliente en la calle y la prosti abriéndote la puertuca de la cabina. Lo
que le pidas serán 50 lereles de los cuales el 40% se va en impuestos. Lo que
se negocie dentro se lo lleva la trabajadora. No vamos a dar detalles de cómo
negocian dentro porque estas chicas se tienen que ganar la vida. Si te van las
sorpresas busca la cabina con luz roja y violeta. Esta gente está trabajando así
que no vayáis a molestar, puedes pasar y mirar pero no molestes si no quieres
tema porque si les vacilas te echan pis. Sí, txis, orina, literalmente te lo
tiran a la cara. No sabemos porque lo guardan pero lo tienen ahí almacenado.
Vero- Pues aquí tendríamos salida
laboral porque somos mayores de edad y europeas
Cheli- Ufff pero yo mejor con
babuchita, todo el día con taconazo…
Rober- A ver, que hay que lucir pierna
Vero- Yo me veo más con bata de guatiné, porque al
abrir la puerta para negociar vaya frio
Cheli- Sí, y una sillita para descansar
Rober- …a ver, creo que vais a
morir de hambre prostituyéndoos en Amsterdam
Vero- Pues yo creo que el rollo
maruja lo petaría
Cheli- Sí, rollo maruja o de
enfermera pero tapada, con el pantalón largo, con el pijama de osakidantza
vamos
Rober-…
Muy esclarecedor el tour. Tenéis porno
en vivo, cabinas en las que por dos euros te sale una señora con movimientos
sensuales preguntándote a ver qué tal te va el día…en fin, todo esto nos
explicaron con la advertencia de que si entras en una cabina de masturbación te
abstengas de tocar nada porque esta todo pegajoso. El tour termina en un lugar estratégico
donde te orientan a lo que más te vaya ya sea sado, contacto carnal, afición
por la sorpresa en agujero… Nosotros que somos gente casi de hotel cristiano, pusimos
rumbo a nuestro Rembrant (ya sabemos que
no se escribe así pero hemos optado por la comodidad) haciendo una parada estratégica
en el bar de abajo, con nuestro estupendo camarero con pinta de haber
practicado rugby en algún momento de su vida, para tomar unas birras y un kali.