Amanecemos vivos en el motel de la ruta66. Ronda de desayunos a cargo de
Vero que la tenemos esclavizada por las mañanas peleándose con los cafés y las
sacarinas. Sí, con las sacarinas, porque estos cuerpos tienen un límite de
azúcar que pueden ingerir, no sabemos dónde está el límite pero suponemos que
alguno habrá. Mención especial a la ducha de nuestro Trovatore, ahí sí que nos
podían haber acuchillado a lo Psicosis y no al ir a buscar hielo en la
nocturnidad. Nos llega a aparecer el recepción man con la coletilla recogida a
modo de moño emulando a la madre de Norman Beich y no hace falta ni que saque
el cuchillo, morimos de infarto fulminante fijo. La ducha, podríamos decir que
estaba como excavada en la roca, y sería bonito, pero era más como meterse a un
armario oscuro. Pero todo nos da igual ¡hoy nos vamos al Gran Canyon! Y además,
gracias al mucho encanto y a la escasa luz de nuestro alojamiento… ¡vamos como
Celia Cruz! Igual se nos ha ido la mano con la brocha ¡AZUCAAAAA! O
¡SACARINAAA!
Pero antes vamos a empaparnos de la historia local, que para algo tienen
aquí museos y ojo, encima son baratos. Los museos de la ruta 66. Nos costó
encontrarlos. Los edificios no son pequeños pero nos gusta darnos una vuelta (o
quince) por el pueblo, para localizar las iglesias, los firemans, la policía…etc.
Es un pueblo en el que hay casitas unifamiliares y calles paralelas. Parece que
te vas a cruzar con Elliot y ET o con los niños de Stranger things cruzando el
pueblo en bicicleta. Pero no, nosotr@s pusimos a la “chiquina del goobe” que nos llevó
al otro lado de las vías. Debía estar aún dormida porque tuvimos que recular y
volver sobre nuestros pasos. Finalmente los encontramos. Puede que la pista nos
la diera el enorme tren real a modo de exposición en la puerta del museo.
Nosotr@s
4 por lo que fuera, en una primera vuelta, no lo vimos.
Los museos están regentados por voluntarios, al más joven le calculamos
unos 80 años, que nos invitaban a firmar en los libros de visitas. Abuelomas y
veteranos de la guerra de Vietman, todo en uno, muy amables con su chapa
militar, su gorra y su bombona de oxigeno.
En el primer edificio nos explicaron cómo se creó la ruta y los
asentamientos, y como vivían etc…
Y en el segundo, todo muy de corcho pan recreaban escenarios sobre los
locales típicos y el estilo de vida y como no, siempre un huequito para
homenajear a estrellas locales y sus presidentes más emblemáticos. A nosotros que nos gusta un famoseo y una
presidencia, poco nos costó ponernos a posar.
Ay que agotador es el conocimiento. Pero no hay tiempo de descanso porque…¡¡nos
vamos al Grand Canyon!!!
Pelirrossi a los mandos de nuestro buga y rumbo al Western Ranch. ¿Cómo resistirse a un
alojamiento que te pone hoguera nocturna y cowboy cantándote en la misma?
Todo el mundo nos adelanta y empezamos a pensar que los límites de
velocidad son orientativos, o que los locales se los pasan por el forro, o que
no han invertido en radares. Aún así el viaje se nos pasó en un periquete, y es
que estábamos en ansia viva por llegar.
Sacamos el total look ranchero, por lo menos Cheli que traía el outfit
concreto para ese día y directos al chekin. La reception gilipollas girl nos
vió cara de dominar el idioma de manera loca, y cuando le pedimos que hablara
más despacio nos repitió el mismo discurso igual o más rápido. Bien podía
agradecer ella no saber nuestro idioma, porque la pusimos fina filipina; hija
de una hiena fue lo más lindo que le dedicamos.
Y con la paz que te da escupir unos insultos nos acercamos al Grand Canyon.
Aparcamos y pasamos la puerta que nos da acceso como no, a la tienda de
souvenirs y al “pase usted por caja”. Íbamos a entrar a lo que aun hoy en día
pertenece a la reserva India Hualapai y claro,
muchos años jodiendo y expropiando se ha pasado por allí el hombre blanco como
para que no se vayan a vengar. ¿Queréis pasar? Venga a soltar ¡70 pavos por
persona!
Entramos bajo el lema “el dinero y los cojones para las ocasiones”. Primer
mirador y ya nos parecía que la inversión merece la pena. Vistas maravillosas y
una comida en un marco incomparable.
Bueno, comimos cuando conseguimos que Rober soltara la bolsa de los
bocatas, que la agarraba como si de un paracaídas se tratara. Conseguimos que
se acercara mínimamente al borde del cañón para admirarlo mejor, pertrechado
con bolsas y bolsos para que no se lo llevara el viento. Y decimos al borde,
con prudencia, porque desde luego, cuan descerebrada es la gente. Poco muerto
hay precipitado por el cayon os decimos.
Con el estómago lleno nos dirigimos al skywalk. Todo muy coherente, por si
con el vértigo nos da por potar que sea todo sólido y reciente. Pero no, somos
gente elegante y no dejamos residuos orgánicos en reservas indias aunque bueno,
pensándolo bien, órganos sí que dejamos. El riñón concretamente. Y es que lo
Hualapai opinan que “por la seguridad” de nuestros móviles es mejor que los
dejemos en una taquillita. No te dan opción ni de asumir el riesgo; nada. Tras
pasar por el arco de seguridad, les faltó cachearnos. Eso sí, mucho quitar pero
también poner. Te dan unas babuchitas a la entrada que te obligan a poner. No
entendemos muy bien el sentido. Tras un intenso debate llegamos la conclusión de que aprovechan el paso de
los turistas para dejarles la pasarela como los chorros del oro. Entrar en
babuchas y agarraditos de la mano como si fuéramos del club juvenil (por lo del
vértigo) era para ver. Contra todo pronóstico éramos las Tordas las que
encabezábamos la fila. Muy valientes, muy inconscientes. Además de disfrutar de las vistas queríamos
un recuerdo así que nos pusimos en la cola del fotógrafo oficial, temblando
desde ese momento por la ostia que nos iban a soltar por “la patrona 2.0”. Ojo,
posar en babuchas no es serio. Pero en general las fotos molan.
A la salida, mientras esperábamos las fotos, nos entro en ansia de
comunicación con el exterior y buscamos como loc@s la red wifi:
Rober: ¡coño, tiene contraseña! ¿En algún sitio pone cuál es?
Vero: Prueba con “vaisapagarlocarorostrospalidos”
Maitane: yo he probado con “estafaralhombreblanco” pero nada.
Cheli: a ver si entra con “jaupitilinmojau” que se ha dicho de toda la
vida…
Rober: No entra ninguna. Ni las vuestras ni las que yo he probado “merioenvuestracararostrospalidos”,
“estaisridiculosenbabuchas” y “nosotrossalimosdeextrasenbailandoconlobos”.
Wifi no, pero fotazas sí ¡Que maravilla! ¡qué colorido! ¡que estupend@s salimos!
Salimos de allí super happys con nuestras fotos a precio ganga (comparadas
con nuestra siempre venerada “Patrona del Mississipi”) y nos echamos a la ruta de los tippis y alojamientos varios
de la tribu. Acogedores, amplios… Miedo nos da preguntar a cómo tienen el metro
cuadrado por aquí.
Y para finalizar la ruta nos encontramos con el folklore Hualapai. Resulta
que no debía ser un día de mucho público, pero allí estábamos los 4 sentad@s para ver el espectáculo pero…oh
my God! ¡La fama nos precede! ¡Pues no van y nos sacan a bailar! Era un baile
que al parecer bailan las mujeres por lo que Rober se quedó a grabar. Nosotras,
las nativas y una guiri larguirucha que se unió en el último momento. No
sabemos cómo explicar esto así que os ponemos las imágenes. No tenemos muy
claro si es que nos hacía falta una juerga pero a la tercera subida de ritmo
casi lo tiramos por el perreo.
Abrazos y emoción a la despedida. La emoción de ell@s concretamente que no
asimilaban que habíamos ido desde Spain. Flipaban. Flipaban casi tanto como
nosotras con las vistas o cuando las enfermeras vieron el DEA allí arriba, en
todo lo alto. También hay que decir que al oír DEA, cuando una no trabaja en
sanidad y está en los Estados Unidos de América, lo que se imagina es un
despliegue de la policía antidrogas, pero resulta que no.
Al último tramo fuimos en coche. Aquello era vaquerolandia un poco a lo
cutre. Pero una cutrez nos ha gustado toda la vida así que a esta no le íbamos
a hacer ascos.
Y vuelta al Western Ranch ¡¡que
tenemos espectáculo nocturno!! Y olé que llegamos vivos con la Cheli al volante
que por fin se animó a conducir. Los coches automáticos empiezan a no tener secretos para nosotr@s.
Llegamos justo para descansar un rato y lanzarnos a la hoguera del vaquero
Dave.
Ay el vaquero Dave. ¿Cómo explicar lo de este personaje? Imaginadlo,
estamos en el Gran Cañon, es de noche, nos acercamos a la hoguera y un cowboy
con guitarra nos invita a sentarnos alrededor preguntándonos nuestros nombres.
Rober no había llegado aún, estaba gestionando el duro golpe de asimilar que no
había wifi.
DAVE- Hi girls! Where are you from?
NOSOSTRAS- From Spain
DAVE- REALYY?? Yo hablo español una poquita. Spain ¿de dónde?
NOSOTRAS- del norte, del País Vasco
DAVE- Kaixo! Zer moduz?
NOSOTRAS (ojiplaticas)- ¿¿¿PERDONA???
DAVE- ¿de dónde? ¿Donostia? ¿Bilbao?
NOSOTRAS- …eee…venimos de un pueblo entre Bilbo y Donosti
DAVE- ¿de Eibar?
NOSOTRAS -¿¡¿¡¿¡¿¡¿PERDONAAAAAAAA?!?!?!?!
Aquí ya entramos en crisis, carcajadas, flipe y llegamos a la conclusión de
que había mirado el dni de alguna o algo. Pero no, resulta que la profe de
español del cowboy Dave es una eibartarra que vive en Donosti, ¡tócate los
pies! Un saludo a la andereño porque nos entendimos con Dave a la perfección. Y
en estas estábamos cuando llegó Rober, pobrecito nuestro. Él no lo sabía pero desde que hicimos la
reserva ya teníamos calculado un plan de acción y memorizada una frase en
inglés para soltársela al cowboy. Que Dave dominara el castellano sólo nos
facilitó el plan para que Vero le presentara con su mejor sonrisa “este es
Roberto, es nuestro amigo y… ¡es su cumple!”. ¡Para que quieres más!
Esto es lo que se llama un recuerdo para toda la vida. Unido al de la kk
que dieron unas francesas cantando alluette mientras tragábamos humo y casi
morimos indendiadas. Todo nuestro outfit era completamente inflamable 😥. Nos reimos un montón, sobretodo cuando nos lanzamos con
“la granja del tio Tom” en inglés y ya nos tocaba el turno y no sabíamos
animales, Maitane y Cheli se levantaron con la excusa del humo y huyeron. Rober
y Vero decidieron que en la granja podía haber un Lion perfectamente y los
niños estadounidenses se tronchaban con los rugidos que dimos. Pero aún faltaba
lo mejor. ¿sabéis esas nubes que se ponen al fuego en palitos? Pues descubrimos
que detrás nuestro estaban los palitos, las nubes, galletas y chocolate. A
partir de ese descubrimiento, ya podíamos estallar en llamas en cualquier
momento que nos íbamos con la tripa llena para el otro barrio. Enseguida nos
dimos cuenta de que estábamos mortimer y que queríamos madrugar para ver el
amanecer así que nos retiramos, no sin antes cometer el robo más tonto de la
historia. A las Tordas nos incitaron al robo. Nosotras, que no robamos ni wifi,
que por algo nos llamamos así, de repente nos vimos con un alijo de chocolate
Jersey y galletas oculto mientras nos despedíamos de Dave. Menos mal que era de
noche porque por nuestras caras parecía que estábamos trapicheando con drogas y
armas. Parece que tampoco nos han llamado por la senda del delito.
Delinquiendo en USA. Vivimos al límite. |
En fin, unas pocas horas de sueño, mantas, madrugón y… ver amanecer!