miércoles, 19 de agosto de 2015

katerina y sus botas de siete leguas.

Erase una vez un viaje que se acercaba a su final así que… ¡aprovechando que es gerundio!

Maletas al coche, Katerina de Edimburgo al volante y rumbo a York. Contra todo pronóstico llegamos y aparcamos sin incidencias reseñables, con tiempo suficiente para callejear. Muy buen ambiente, mucha vida en la calle, curiosas tiendas… ¿Dónde está la catedral? ¿Cómo puede ser que no la encontremos? ¡Si estamos supercerca!



Un par de vueltas, tres giros al mapa y…                                                                                                   - -¿Hemos pagado el parking ?          
                                                                                                   
-No sé.

-¿había que pagar?    
                                                                                                                              
-Yo no he visto ningún cartel            
                                                                                                        
 -¡Ay Dios! ¡Que no le hemos puesto ticket!  Verás que multazo… ¡¡Vamos!!

Y aquí, nuestra Katerina de Edimburgo salió corriendo y nosotras detrás, cada vez más atrás. Y es que no nos habíamos dado cuenta pero Kat se había calzado las Botas de Siete Leguas. Por lo visto, además de estilosas son mágicas. Cada zancada que das con ellas vale por siete pasos de persona normal y catorce de Cheli.
Sí amigos, el segundo descubrimiento del día es que la señorita Archeli nos confirma que no sabe andar rápido. Al principio pensamos que era una de sus bromas, o que no podía por los taconazos (aunque los tiene perfectamente dominados y nos repitió unas 115 veces que eso no era tacón), pero no, debe ser un bloqueo psiquicoanatómico o algo similar lo que le impide alargar la zancada o dar pasos cortos más rápidos a lo Mafalda.  Algo preocupante y tronchante a partes iguales. ¿Qué pasaría si Cheli se pusiera las botas de siete leguas de Kat? No queremos caer en la divagación rollo ciencia ficción, esto ya forma parte de otro cuento así que centrémonos.
Legamos hasta nuestro coche. Estaba donde lo habíamos dejado, pero el señor de la OTA versión anglosajona ya había pasado por allí. Menos mal que Katerina lo mismo te acoge en su casa, que se camela al otero para que nos quiten la multa. Un rascarnos los bolsillos en busca de libratxines para pagar el parking y vuelta al turisteo.   
Vida relajada para ver la magnífica Catedral del York.













Querido Ken Follet, con edificios así al alcance de la mano no nos extraña que escribieras “Los pilares de la tierra”.
Tenemos que decir que justo al lado de la catedral descubrimos una iglesia, no sabemos qué religión profesan pero estaban muy entregados cantando y orando y encima nos invitaron a almorzar. ¡Qué majos!  Lo tuvimos que rechazar porque teníamos el tiempo justo para dar un paseo por el rio e ir a hacer nuestra última compra en nuestro adorado Sainsbury.   ¡OFERTÓN DE DESPEDIDA! Sándwich, refresco y postre 3 libras.
El tiempo se nos echa encima así que ya en el aeropuerto de Manchester, nos despedimos de Kat, que el mundo laboral la llega a otro punto geográfico Europeo y le damos salida al menú Sainsbury al más puro estilo low cost, sentadas en el suelo.

No esperábamos más incidencias pero el control de seguridad…  ¡allí lo dimos todo!  Empezando porque ya teníamos el chip castellanoparlante y no hacíamos ni puñetero caso al personal anglosajón, y terminando con que no querían dejar salir del país ni a Cheli ni a su maleta. ¡Qué manera de pitar! Registro de maleta por un champú traicionero y lo mejor, charla con la segurata que le metía mano en ítalo-castellano-inglés. ¡Alegría!  Ataque de risa también porque no podemos dejar de acordarnos de un viaje anterior en el que descubrimos Barcelona y nuestros anfitriones, la familia Buch (maravillosas personas) nos puso este video del adorado Puyi!!


Con la maleta llena de anécdotas, de risas, de sabores nuevos, de nuevos conocimientos, con la gratificante experiencia del blog, la belleza de los paisajes clavada en la retina, y sobre todo, con ganas de volver por aquí, nos despedimos de la isla.

El vuelo es corto pero da para fraguar un nuevo viaje, eso sí, para el próximo tiramos la casa por la ventana y… ¡facturamos!                                                                                                                                        

No hay comentarios:

Publicar un comentario